POTESTAD

POTESTAD

De Eduardo Tato Pavlosvky

Un espectáculo en homenaje a los treinta años en Democracia.

Una historia que encarna uno de los temas que nos legó la dictadura militar: la apropiación de menores durante la dictadura militar en Argentina 1976 - 1983  

Este Hombre podrá asomarse a este drama y verlo desde los ojos de su propio protagonismo, podrá sentir el vacío, la misma incertidumbre que quién un día descubre que su vida jamás le había pertenecido. Víctima – Victimario, un mismo sujeto.

Sábado, tres y media de la tarde.

Yo estoy sentado acá (señala la silla derecha), Ana María, mi

mujer, está sentada acá… (Señala la silla izquierda).

Más o menos a un metro treinta, un metro treinta y cinco, del

vértice de la pata izquierda del sillón, está sentada mi hija Adriana.

(Señala el lugar donde está sentada Adriana con el pie derecho.)

La posición física de cada uno de los miembros de la familia es

importante en la medida en que la posición física describe, evoca,

sugiere, la relación entre los miembros de la familia, el tipo de vínculo

existente entre ellos.

Su relato, minucioso e infinitamente detallado, da muestra cómo quedó grabado ese día en su mente, en su memoria, y cómo este médico / apropiador ha asistido a la destrucción de los lazos sanguíneos, sociales, indispensables para la vida en común.

Podemos imaginar el dolor y el miedo de este protagonista, sus imágenes y palabras para elaborar un mensaje, se proponía enfrentar o derrotar al terror. Pero el peligro le llegó a él también; a tal extremo de costarle, con la desaparición de Adriana su “hija”.

¿Cómo hacer presente la ausencia?  ¿Tiene derecho a saber que sucedía con su vida?

LA IDENTIDAD NO SE IMPONE.

Se presentó la puesta Potestad (1985); una pieza que Pavlovsky escribió en un momento muy relevante de nuestro país. Ahonda el destino de los hijos de los desaparecidos. Hoy se pueden seguir apreciando las obras de este maestro, un gran actor, dramaturgo, quien supo brindar una pedagogía – política; alguien fundamental para la Democracia.

El mayor mérito de la obra, es el punto de vista, que se centra en las víctimas contemporáneas de aquella masacre: esos jóvenes.

La “humanización” del personaje no es una manera de aligerar su culpa, sino de denunciar que aquellos que fueron protagonistas de crímenes de lesa humanidad no eran extraños, sino seres de carne y hueso como todos nosotros, y dar cuenta así, de lo inquietante de la situación.

Una dramaturgia que hace a la enseñanza de la lucha por la Memoria, Verdad y Justicia.

Por otro lado a través de este brillante unipersonal, destacado actor JORGE LORENZO, se inventan símbolos, palabras, imágenes para volver visible lo que el poder invisibiliza. Por último, la conciencia de que estamos en el mundo para transmitir un legado a los que vienen después de nosotros, a los jóvenes y niños.

Un trabajo en el escenario, es de excelencia, la construcción de la primera parte del texto, cuando debe lograr la empatía del espectador, para luego hacerla estallar hacía el final de la obra. Es realmente magistral, su trabajo corporal, la dramatización en sus gestos, poses de memoria que le surgen, movimientos en sus manos, la mirada dirigida hacia esas personas ausentes, parecía que los veía realmente.

La dirección de Christian Corteza deja en el cuerpo del actor, todo el peso de la pieza en clave de monólogo, sumerge al espectador en un ambiente de incertidumbre, confusión, angustia y desesperación que se divide las primeras en la mitad de la obra, donde el protagonista comienza a relatar detalladamente una tarde de sábado en la que ocurre el trágico echo. Y luego de manera impecable nos conduce a develar, su verdadera identidad.

 “Papá te quiero” cuenta que le dicen los ojos de su hija en esas últimas miradas que se cruzan”.